El otro día Jason, nuestro hijo de siete años, y yo estábamos sentados en un banco de cemento en la parada de buses mientras discutimos cuan tristes nos sentíamos por nuestra perrita que se había muerto de una enfermedad del estomago después de llevarla varias veces al veterinario. No sé exactamente por qué, pero de pronto empecé a decirle a Jason que todo — todo — tiene un principio y un fin. Excepto Dios.
Esta verdad probablemente sea muy obvia, pero para nosotros dos fue un nuevo entendimiento bastante profundo. Cada animal, planta, y ser humano tiene un principio (cuando nace o se siembra) y un fin, cuando se muere. Aun el mas viejo y majestuoso de los arboles caerá algún día. Planeta tierra tuvo su principio cuando explotó del corazón del Creador, y algún día tendrá su fin cuando Dios llame a su pueblo a entrar en el Reino. Cada oportunidad, trabajo, comida, edificio, proyecto y relación tiene un principio y un fin. Igual con el sol, las estrellas. Nuestros propios cuerpos se cambian cada día, cada día acercándose mas a su fin físico. La nieve se derrita, la juventud termina, y mis botas favoritas se deshacen.
Viviendo en un rancho con los niños nos ha permitido la experiencia preciosa de aprender de primera mano que el nacimiento y la muerte son partes normales de la vida mientras estamos en la tierra. Nuestro caballo se murió de un mordisco de una serpiente venenosa, varios pollitos se murieron al nacer en nuestro gallinero, se recogen los frutos de los arboles para comer. Se siembran más semillas de rábano, los pollitos se convierten en gallinas, y se mata el gallo cuando su estación haya pasado. Nacimiento. Vida. Muerte.
Actualmente estoy pasando algunas noches en un retiro de soledad en las montañas de Honduras en un pequeño albergue. Esta tarde caminé descalza alrededor de la yarda, escuchando el rugido del río abajo, admirando este lugar tan tranquilo mientras me daba cuenta de que no existirá para siempre. El edificio mismo se erosionará durante los años que vienen, tal vez los dueños cierren el albergue o se mueran, y las cosas cambiarán.
No sé para usted, pero para mi este entendimiento me ayuda enormemente a soltar. Cuando me involucro demasiado en nuestro matrimonio o me enfoco tanto en algún reto material o defino mi identidad por mi vocación temporal, Dios me susurra: Pasará todo excepto yo.
Así que no nos fijamos en lo visible sino en lo invisible, ya que lo que se ve es pasajero, mientras que lo que no se ve es eterno.
2 Corintios 4:18
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