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[Esta historia originalmente fue escrita el 25 de Febrero del 2014 en nuestro blog en ingles y ahora fue traducido en español.]

 

En vez de ir a trabajar hoy, mi esposo y yo recibimos a un hijo nuevo de trece años. Esa es ciertamente una oración que nunca antes había escrito.

Esto es lo que escribí en una tira de papel en uno de mis cuadernos desorganizados la tarde del viernes 7 de febrero del 2014.

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Todo comenzó con un vaso de agua hace como un mes atrás.

Esta es la historia de cómo Dios trabaja milagrosamente — y a veces rápidamente — si estamos dispuestos a someternos a Su plan y tirar cualquier plan que nosotros pulcramente habíamos diseñado.

El — Brayan, que es el nuevo miembro de la familia — llegó a nuestra propiedad de 17 manzanas hace muchas semanas como uno de los jóvenes ayudantes de un vecino que trae su ganado a nuestra propiedad un par de veces a la semana para comer el pasto. La primera vez que lo vi estaba descansando en el porche con su joven compañero mientras vigilaban a las vacas caminando y comiendo pasto.

Al observar a los dos jóvenes desde una distancia, recordé las palabras de Jesús que dicen que debemos de darles a esos que están necesitados, y que si les damos aunque sea un vaso con agua al sediento en Su nombre, seremos bendecidos.

Sin pensar las ramificaciones — Oh, Dios tiene Su plan, y a veces nuestro pequeño paso inicial nos lleva a camino más largos de lo que pensábamos! — fui a nuestra cocina y llené dos vasos plásticos de agua para los chicos, caminé por toda la propiedad para llegar hasta donde ellos estaban sentados, los saludé cordialmente, y dejé el agua. Les pregunté por sus nombres, me fui, y no pensé más sobre el incidente.

Un par de noches después, durante la cena nuestra hermana Jenae anunció, “Recuerdas a Brayan, uno de los jóvenes ganaderos?’” Y yo pensé, Si, creo que él fue uno de los chicos a quien le di agua el otro día… Y ella continuó, “Bueno, estaba hablando con él y parece que él quiere entrar a nuestro programa de escuela en casa.”

Sentí como que un tren me golpeó, y mi pensamiento inicial fue No. Luego pensé como ella se había sentido en la libertad de invitarlo a nuestro programa de escuela en casa que supuestamente habían planeado explícitamente para nuestros tres niños, y empecé en mi mente a buscar muchas razones por la cual su propuesta era absurda. Como íbamos a invitar a jóvenes del barrio a participar en un programa escolar que aun no sabíamos manejar?

Luego de un corto tiempo — dos días tal vez, no recuerdo exactamente — El Señor cambió mi corazón y decidimos tratar de buscar al joven ilusionado Brayan, quien no había estado en la escuela por un buen tiempo, para por lo menos hablar con él y probar sus razones para querer estar en nuestra escuela.

Darwin y yo lo encontramos en el camino de tierra que va de nuestro hogar hasta la carretera la siguiente semana, y hablamos con él acerca de la posibilidad de convertirlo en estudiante de nuestro programa de escuela en casa. Sentimos la confirmación y paz de Dios, así que el siguiente paso era llamar a su madrastra con quien él vivía para así obtener su permiso, hablar sobre requerimientos, y obtener copias de su certificado de nacimiento y registro de su escuela anterior.

Por casualidad obtuvimos el número de teléfono de su madrastra de uno de los hermanastros de Brayan quien rondaba por la carretera de tierra una tarde mientras Darwin y yo regresábamos a casa. Una vez en casa, la llamé. Ella contestó, y me introduje diciéndole que su hijastro estaba interesado en ser un estudiante de nuestro programa de escuela en casa —

“Es mejor que se vaya a vivir con ustedes,” dijo ella, interrumpiéndome.

Sentí como que otro tren me golpeó, y sentí como que toda la sangre dejó de correr por mis venas y desapareció de mi cuerpo. Rápidamente, sintiendo como que estaba haciendo una rutina de tap en frente de una gran audiencia sin saber la coreografía, empecé a explicarle a ella que, no, esa no era un opción —cierto? –– pero que le podíamos ofrecer un puesto en nuestra escuela. Ella repitió el hecho de que preferiría que el viviera con nosotros, diciéndome que su madre biológica lo abandonó de dos meses de edad y que su papá había muerto este año, dejándola a ella, su madrastra, con él y sus otros tres niños menores mientras ella trabaja largas horas y tiene problemas con darle de comer a su familia.

Le dije que estaríamos en contacto acerca de su educación, intentando amablemente ignorar su comentario acerca del vivir con nosotros, y luego terminamos la conversación.

Esa noche no pude dormir al tener las palabras de Jesús resonando en mi cabeza, tocando la puerta de mi corazón: A veces me disfrazo — como una persona de la calle, un huérfano, como el más bajo de los bajos — y si abres la puerta, si amas a estos marginados, es a MI a quien estás amando. Y si los rechazas, es a Mi a quien estás rechazando.

Es un pasaje bíblico que he estado estudiando mucho, y aun esa misma semana les había explicado a profundidad y con mucho entusiasmo a mis estudiantes, mis jugadoras de basquetbol, y a mis propios hijos el pesado significado de ese pasaje en el evangelio de Mateo capitulo veinticinco — si visitamos a los encarcelados y a los enfermos, si les damos comida a los hambrientos, si hacemos cualquier acto de amor en el nombre de Cristo a esos marginados en la sociedad — estamos amando a Cristo mismo, y que en el fin del mundo El separará a todas las personas en dos grupos: esos que ignoraron a los que estaban marginados, y a esos que los ayudaron en amor y en Verdad.

Di muchas vueltas, tratando desesperadamente encontrar la razón para cerrar nuestras puertas — nuestros corazones — a Brayan. Después de todo, no estábamos planeando en recibir más niños en todo un año, y mucho menos un niño de 13 años, y tampoco con mi insomnio y nuestro matrimonio tan nuevo … pero el susurro de Dios me estaba llamando — nos estaba llamando — a una obediencia fiel.

Al siguiente día hablé con Darwin y nuestros hermanos en Cristo acerca de esto — y aunque no era un plan que había salido de mis propios planes personales, todos acordamos que Dios había puesto a Brayan — alguien que literalmente nadie más quería, a quien nadie estaba guiando a la Verdad liberadora de Cristo — en nuestro camino, y que aceptarlo en nuestra familia sería más que una obra de caridad o aun una decisión arriesgada. Sería un paso de fe que había nacido de obediencia.

Así que el siguiente día, casi frenéticamente hicimos todas las vueltas necesarias para oficialmente tenerlo en nuestra familia del Rancho, y esa noche durmió bajo nuestro techo por la primera vez. La historia continúa, pero este es su hermoso comienzo…
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Amen! Gloria a Dios!