Si alguna vez usted ha escuchado las historias terribles de fetos creciendo adentro de madres alcohólicas o bebes quienes son traumatizados por el abuso o no reciben toque físico o se caen de cabeza o están amarrados con lasos quienes después de tales experiencias se ponen retardado o solitario socialmente, incluso violentos, secciones enteras de sus mentes siendo alteradas químicamente, estoy aquí para recordarle a usted que no se quedan como bebes destrozados y traumatizados, de algún modo mágico desvaneciéndose en el fondo de la realidad mientras la vida sigue adelante día tras día.

Crecen y se convierten en niños de seis anos que están destrozados y traumatizados, teniendo la capacidad mental de un bebe de dos años.

Josue ha estado bajo nuestro cuidado desde el 29 de este año, y recientemente terminamos con la serie de exámenes médicos y sicológicos para poder armar las piezas de este rompecabezas tan desconcertante: un niño de seis años de tamaño físico normal quien tiene que llevar pamperes porque hace pipi y pupu en sus calzoncillos, se cae sin ninguna razón aparente, solo tiene algunos pocos dientes en su boca que no están completamente podridos, solo puede decir como cuatro o cinco palabras y un puñado de sonidos raros, parece nunca haber recibido disciplina, grito con terror la primera vez que intente tocarle cariñosamente en la espalda.

Esta semana mientras que me sentaba en frente de la directora de la escuela especial donde esperamos matricular a Josue, leyendo el reporte tan largo y detallado que escribió la sicología después de evaluarlo a el, aprendí algo que me sigue asustando por mas tiempo que medito en ello: Josue no tiene necesidades especiales. No tiene autismo ni el síndrome de Downs ni otra enfermedad: el es quien es por sufrir abuso, si fue cuando estaba en útero o poco tiempo después.

Entonces se nos dejó encargados de levantar las piezas tiradas de una vida robada de su plenitud, a cambiar pamperes a diario y cepillar los dientes huecos y poner lo zapatitos de un niñito torpe quien no puede patear una pelota de fútbol, quien sin haber sufrido abuso ya podría estar en primer grado, aprendiendo a leer y escribir, haciendo su propia cama cada mañana y diciéndonos como se siente, quien es.

Oh, cuantas veces me he puesto frustrada con el — con todas las preguntas incontestables acerca de el! — queriendo arrancarme el cabello y preguntarle, sin esperar respuesta alguna: “Por que te llenaste las manos de pintura, embarrando las cortinas de la casa con ella?” o “Por que no nos puedes avisar cuando necesites usar el baño? Aprenderás algún día a decir tu propio nombre?”

Ahora solo quiero sostener su carita-llena-de-saliva en mis manos y susurrarle, “Lo siento tanto.”

Hace algunos días yo estaba sentada en un árbol con Gleny, nuestra hija de 10 años y su hermanito biológico, Jason, durante una conversación intima entre nosotros tres. Gleny dijo con lagrimas, ¨Con frecuencia me pregunto por que nuestros padres nos tuvieron si no iban a poder cuidarnos.¨

Dejé de verla, llevando mi mirada al suelo debajo de nuestro arbol, reaccionado a un sentimiento fuerte de dolor que rugía en mi pecho. En vez de suprimir la emoción rugiendo adentro de mi, me permití compartir su dolor incontestable, y no solamente cuando estoy orando por ella a solas detrás de una puerta cerrada o mientras conduzco sola en la carretera, sino sentada al lado de ella, con ella. Susurré al suelo, ¨No sé,¨ después, viéndola, mientras mis propias lagrimas corrían sin pena por mis cachetes, le dije a ella de nuevo, mi voz apenas perceptible, ¨No sé, Gleny.¨

Fue una de las primeras veces que los niños me han visto llorar, y creo que fue una experiencia sanadora para todos. Entonces le dije, ¨Gleny, a veces la gente hace bebes sin pensar. Otras veces de verdad quiere a sus hijos y los ama mucho, pero luego algo pasa y ya no pueden cuidarlos. No lo sé.¨

Nuestra vida esta llena con tantos ´No-lo-sé´s como para poder llenar un estadio. No sé como se veía nuestra hija de 14 años el día de su primer cumpleaños. O cuando cumplió 10. No sé como nuestro hijo de 7 años fue tratado cuando era bebe. No sé la historia completa de Jackeline y Josue, por qué están con nosotros o por cuanto tiempo se quedarán. No sé que sufrió el pequeño Josue como para ser tan discapacitado ahora.

Entonces se nos han dejado encargados de levantar las piezas tiradas, o mas bien es la tarea sagrada que nuestro Padre nos ha encomendado. Tomar vidas arruinadas por el pecado, abuso o abandono y permitir que Dios nos utilice como canales reconstituyentes, sanando lo que fue quebrado, amando lo que fue desatendido, diciendo lo que no fue dicho, permitiendo que la Verdad quite las mentiras.

Las varias historias acerca de la vida de Jesucristo que se encuentran en el Evangelio están llenas de situaciones en las cuales que busca, encuentra y sana personas destrozadas, y El hace lo mismo en nuestro mundo actual. El Dios Viviente de compasión y justicia busca hombres de negocios perdidos, adolescentes confundidos, agricultores que padecen de pobreza extrema, asesinos culpables, y niños de seis años de edad quienes dientes cuentan la historia de su pasado: ennegrecidos y vacíos.

Podemos ponernos locos con todos nuestros ´No-lo-sé´s, con las injusticias abrumadoras del mundo, con la tormenta de tinieblas que ruge adentro de nosotros mismos, o podemos tirar todo en una canasta al pie de la Cruz, confiando que El hace nuevas todas las cosas, que El sana la gente destrozada, libera el esclavo, tiene todas las respuestas.

Así que cuando caen nuestras lagrimas sinceras durante una conversación entre las ramas del árbol o cuando lamentamos los detalles desconocidos de la infancia de Josue, no nos quedamos en la desesperación, como si fuera la ultima parada de buses en la carretera larguísima y peligrosa hacia el entendimiento de la Realidad. Lloramos, si, y a veces incluso gritamos o nos sentimos perdidos o enojados por un buen rato, exhaustos, pero no nos quedamos allí. Dios nos lleva hacia la Esperanza, hacia una certeza dichosa que algún día, ¨El les enjugará las lagrimas y no habrá muerte ni llanto ni clamor ni dolor, porque estos pertenecen a un pasado que no existe mas [Apocalipsis 21:4].”