Creo que es importante para toda gente hondureña (y los de otros países latinoamericanos) saber la verdad acerca de Los Estados Unidos.

Durante los tres años que llevo viviendo en Honduras, he visto tantas personas quienes han puesto el deseo de mudarse a Los Estados Unidos encima de cualquier otra meta que tienen. He visto familias rotas porque los padres de familia se han mudado, dejando a sus hijos pequeños atrás; he visto a gente brillante y exitosa irse de Honduras en busca de una vida mejor, y he visto personas innumerables hablar seriamente de cómo se van a resolver todos sus problemas si tan solo pueden lograr llegar a aquel país norteamericano tan maravilloso y perfecto.

Yo he tenido un privilegio muy especial en el hecho de que en vez de nacer en una situación de violencia, sufrimiento o pobreza en cualquier país en el mundo, nací en medio de riquezas  en uno de los países mas poderosos que la tierra ha visto jamas. Al contrario que los ciudadanos de Honduras u otro países, yo nunca tuve la oportunidad de anhelar vivir en los Estados Unidos y disfrutar de todos los privilegios y oportunidades que eso implica.

Nací alla, y desde mi primer día de vida tenia a mi alcance todo lo que es el sueño Americano.

A la edad de 17 años estuve en el ultimo año del colegio, sacaba notas muy altas en las clases más avanzadas, había recibido cartas de invitación a seis universidades competitivas, disfrutaba libremente de agua caliente y aire acondicionado a diario, participaba en un equipo competitivo de basquetbol femenino ademas que otras actividades, disfrutaba de mi propio carro, vivía en un vecindario limpio y seguro con casas grandes y elegantes, y salía a restaurantes y al cine con frecuencia con amigas y familiares.

Y senti que me iba a morir de un vacío tan enorme, tan profundo que no podia explicar ni definir.

Entonces, empecé a buscar lo que no se podía ver, tocar, o escuchar. La pregunta que dominaba mis pensamientos era: Existe Dios? Si El existe, todo en mi vida tiene que cambiar, porque ahora no lo estoy sirviendo ni lo conozco. Me sirvo a mi misma — tengo todo lo que uno puede esperar, y más! — y siento que de verdad me voy a morir de este vacío tan inmenso.

Mi lógica: Como yo tenia todo lo que uno puede esperar de la «vida buena» y aun así me sentí miserable, lo que me faltaba tenia que ser algo mas allá de riquezas, bienes materiales, éxito académico, dinero, y relaciones/amistades buenas.

Tenia salud, belleza, dinero, relaciones buenas con ambos de mis padres, oportunidades en abundancia, tanto éxito como una joven de 17 años podría esperar, y un futuro lleno de posibilidades en el país donde tantas personas anhelan estar.

Entonces, que faltaba?

De allí, en medio de días ocupadisimos con estudios y deportes y actividades familiares y salidas recreativas, etc, cogí una Biblia por primera vez en mi vida, buscando respuestas mas allá que la promesa de felicidad que el sueño Americano nos promete.

Fue un proceso largo y doloroso, pasando varios meses de búsqueda e inquietud, pero pagina tras pagina encontré un Dios vivo, sirviendo a la humanidad, declarando Verdad con palabras y hechos, y demostrando que este mundo de dinero, competencia, y premios tocables no es nuestro hogar.

Yo pudiera haber intentado llenar mi vacío con mas bienes materiales, con más salidas divertidas con amigas o con una variedad de otras cosas, pero por la gracia de Dios me rendí, tiré la toalla, y decidí servir al Dios vivo en vez de a mi misma. Hay hondureños que ya lo están haciendo allá donde están, y ellos me entienden muy bien, mientras que hay otros que han sido engañados y todavía creen que una vez que lleguen a Los Estados Unidos todo se va a arreglar y por fin van a disfrutar de la «felicidad.»

Entonces, en las siguientes semanas espero poder escribir más acerca de este tema, pero en verdad quiero animar a todos a ver Los Estados Unidos tal como es: un imperio más hecho de humanidad caída, igual de perdido como un país como Honduras — si, con mas oportunidades y mas atractivo material, pero, al final de todo, sin capacidad de llenarnos de felicidad verdadera.

Es Dios quien lo hace, si vivimos en medio de pobreza, violencia y desesperación o en medio de la sociedad mas alta y privilegiada.