Sus uñas están muy largas. Ofrécele a él tu cortaúñas.

Sonríe de manera cortés mientras le daba un vaso plástico lleno de agua y un pedazo de pan casero, dándome vuelta para volver con mis seis alumnos de escuela en casa (tres de nuestros hijos y tres jóvenes de la comunidad a nuestro alrededor) quienes me estarían esperando en el otro edificio, la “Casa de Educación.”

Ofrécele tu cortaúñas. 

Mientras yo cruzaba nuestra yarda de zacate-y-piedritas del corredor de Hermana Jenae hasta la Casa de Educación que también sirve como lugar donde recibimos a los niños de la comunidad para varias actividades, la voz de Dios flotaba sobre mis pensamientos como un susurro pesado.

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Entré por la puerta de la Casa de Educación, pasando por la sala a nuestra aula donde damos clases académicas tres días a la semana y donde mi esposo Darwin ofrece clases de música y coro a aproximadamente 20 niños/jóvenes cada semana. Yo iba a alistar la pizarra con una tarea para mis alumnos antes de que todos llegaran después del recreo. Extendí el brazo para agarrar uno de los marcadores, mi mente intentando ignorar el mandato de Dios, enfocándome mas bien en fracciones y porcentajes — lo que escribiría en la pizarra — en vez de la obediencia.

El cortaúñas. Ve a él. Ahora mismo. 

Antes que mi marcador tocara la pizarra, repentinamente lo devolví a la mesa, mi pequeñita, enojadita´yo´ gritando adentro Ok! Vaya pues, decidiendo (aunque fuera de mala gana) morirme para así poder obedecer a un mando mayor.

De allí caminé bastante rápidamente de la Casa de Educación hacia nuestra casita al lado — Mis alumnos ya necesitan entrar del recreo! Esto definitivamente no estaba planeado en mi horario. Ya le abrí el portón para durante las horas de la escuela, el cual de verdad no quería hacer, y lo dejé entrar. Incluso le di un vaso de agua y una merienda! Que bondadosa soy yo, aun obediente. Y ahora me pides esto

Revolví todo encima de mi gavetero — ganchos de cabello, jarabes de tos, recibos, etc — hasta encontrar el único cortaúñas que todos compartimos. Agarrándolo, caminé la distancia adentro de nuestro cerco de nuestra casa a la casa de Hermana Jenae, pasando la Casa de Educacion y nuestro comedor/cocina. Llegué al corredor donde Javier, un joven de 15 años del vecindario, estaba sentado en la silla mecedora donde lo dejé pocos minutos antes.

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Pensé en protesta Esto va a ser extraño y extendí el brazo, sonriéndole en forma torpe, como por-favor-perdóname-y-acepta-la-compasión-de-Cristo-que-ahora-estoy-permitiendo-fluir-por-medio-de-mi y le dije, «Me fijé que tus uñas están muy largas. Si quieres cortártelas, ten mi cortaúñas.»

El se vio sorprendido, tal como yo pensé que se vería. Yo, también, me sentí sorprendido por mi acción. Después de todo, nosotros dos no habíamos estado en la lista ´buena´ de la otra persona después de algunas noches sin dormir y días estresantes que me llevaron a tratarle a el de forma brusca varias veces. Es mas, el pidió noviazgo de nuestra hija mayor a espaldas de nosotros, lo cual no me hizo quererle mucho en nuestro hogar. El siempre tenia la tendencia de llegar a nuestro portón durante momentos inconvenientes y, para mi, en maneras inconvenientes.

El es un joven perdido, un joven que solo tiene una mudada de ropa y vive con su abuela porque sus padres no cumplieron sus deberes con el. Salio el de la casa o fue botado por un padrastro abusivo, o algo similar. No puede leer aunque estaba en quinto grado alguna vez. Es irrespetuoso e intentó tocarle a mi hija debajo del agua en la piscina. Es el candidato perfecto para caer en una mara o trafico de drogas.

Este joven perdido con uñas larguísimas y ropa sucia se entregó la vida a Cristo en nuestro hogar recién después de que nuestra Hermana Jenae pasó hora tras hora recibiéndolo con el amor que Cristo nos llama a tener para todos.

Esta historia y algunas otras estaban batiendo en mi mente como lluvia hace algunos días cuando estábamos todos reunidos con nuestra comunidad de fe en nuestro comedor, todos sentados en un circulo imperfecto. Con las montañas majestuosas protegiendo la parte atrás de nuestra propiedad, visibles de donde estuvimos sentados, yo compartí con alegría: ¨Estoy muy contenta porque sé que Dios esta haciendo algo aquí, a pesar de nosotros, a pesar de mi. De verdad El esta transformando a las personas — incluyéndome a mi! — y nos esta permitiendo ver una visión mas amplia que solamente nuestros seis hijos: niños y jóvenes perdidos en nuestro vecindario están encontrando Esperanza y Vida aquí.¨ Vuelvo a decir, riéndome con gozo: ¨A pesar de nosotros, El esta moviéndose aquí. Aunque a veces Darwin, Jenae y yo tenemos mala comunicación o desacuerdos o yo me pongo de mal humor o no dormí bien, Dios esta obrando aquí. Lo puedo ver.¨

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Hay un dicho de C.T. Studd que dice, ¨Algunos quieren vivir con el sonido de la campana de la Iglesia o Capilla, yo quiero dirigir un Taller de Rescate a un metro del infierno.¨ Por la gracia de Dios y Su diseño, nuestro hogar esta conviertiéndose en exactamente eso. Niños y jóvenes perdidos — los que se encuentran en el borde de la sociedad, algunos olvidados por sus propias familias, muchos que ni pueden leer ni escribir, quienes pasan día tras día vagando por calles de tierra, matando aves y tirando piedras, están llegando a nuestro portón buscando algo.

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A veces es un juego alborotador de Ladrones y Policía, quince niños y adolescentes corriendo de forma salvaje por nuestra propiedad, y a veces es un grupo de doce niños sentados en nuestro corredor para escuchar testimonios de la gracia de Dios en nuestro mundo. A veces es practica de coro, y a veces es compartir nuestra comida con nuestros vecinos desnutridos que están demasiado pequeños por su edad. A veces tenemos energía y tiempo adecuado para poder planear como recibirlos bien, y otros días parece que todo lo demás tiene que ser pospuesto para poder aun estar presentes perifericamente a las vidas que Dios ha traído a nuestro portón. A veces hay triunfos, como cuando alguien decide entrarse la vida a Cristo o se logra un adelanto, y a veces los niños solo mienten, nos roban y hacen demasiada bulla. A veces nos sentimos compasivos, y a veces solo lo somos por obediencia a nuestro Padre Compasivo.

rescueshop8Pero Dios esta haciendo algo aquí, aun a pesar de nosotros. Lo puedo ver en nuestro hijo de catorce años, Brayan, quien ha sido transformado de un niño enojado y miedoso, abandonado por su madre y quedado huérfano por su padre, en un joven amable y ayudador quien ha encontrado el amor en la familia de Cristo. Lo puedo ver en la redención que Dios esta orquestando entre Si Mismo y varios niños y jóvenes perdidos quienes han llegado a conocerlo. Lo puedo ver en mi esposo, quien diariamente se esta siendo formado en un hombre con el mismo corazón de Dios, un padre para los huérfanos. Lo puedo ver en Marina, una muchacha de catorce años que esta en nuestra escuela en casa y quien esta aprendiendo a leer por primera vez, quien solía llevar un espíritu de invisibilidad, quien se desvanecía demasiado fácilmente en el fondo, quien ahora conoce a su Salvador y tiene luz brillando en sus ojos, quien ahora corre y juega. Lo puedo ver en mi misma, esta niña egoísta quien se crió en lujo disfuncional, quien por primera vez esta aprendiendo de verdad que significa permitir que el Buen Pastor se mueva por medio de ella a pesar de ella misma.

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En este taller de rescate a un metro del Infierno, siento que tal vez yo sea rescatada tan frecuentemente como o tal vez mas que los niños y jóvenes perdidos que llegan a nuestro portón vagando por el camino largo y aislado. Mi Padre me ha puesto en esta posta no solo para agarrar a los que probablemente se alejarían del Camino, sino también para recordarme diariamente de mi propia necesidad de rescate, que este Taller de Rescate no esta dirigido por hombres con ideas ingeniosas sino por El Único que de verdad es capaz de rescatar, redimir, dar Vida.

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