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Adoptar niños, Columpio, Criar niños, Familia de Dios, Honduras Hogares, Llanta, Miedo, Niñez hondureña, Rancho Hogar Agua Viva, Ser padres, Ser valiente, Temor a Dios, Vencer el miedo
[Originalmente escrito el 4 de Febrero del 2014 en ingles y ahora traducido en español…]
Nuestros hijos han tenido muchos miedos que son normales y que otros niños también tienen — miedo a la oscuridad, miedo a intentar nuevas cosas — además de algunos miedos como al abandono o de vecinos peligrosos que algunos niños que vienen de familias estables no los han tenido nunca. Hemos trabajado extensiva e intencionalmente con los niños con el propósito de que ellos literalmente no le tengan miedo a nada ni a nadie excepto a Dios.
El otro día se me vino a mí la idea de inculcarles a los niños esta actitud de no tener miedo a nada en una forma tangible, así que me dirigí determinadamente a nuestro porche y empecé a levantar columpios de llantas aproximadamente unos dos o tres pies más alto de lo que ya estaban. Los niños todos vinieron a ver, se quedaron boquiabiertos y con miradas de terror en su caras y luego preguntaron por qué hacia esto. Yo les respondí con mucha seguridad, “No deben de tenerle miedo a nada excepto a Dios. No le tengan miedo a estos columpios de llanta.”
Y me retiré de donde estaba, viendo con mucha intención desde una distancia que los tres estaban reunidos alrededor de los columpios de llanta, cada uno queriendo ver si podían escalar el nuevo reto, llenos de temor de caerse. La mayor y el menor intentaron, pero Gleny se retiró de aquella cosa horrorosa como que si la llanta iba a perseguirla y hacer que sus imaginaciones se harían realidad. Gleny continuaba temblando y llorando (aun cuando nadie la estaba obligando a intentar el nuevo reto) mientras que Diana y Jason intentaron repetidamente y eventualmente fueron exitosos, lo cual dejó a la intimidada Gleny sin quedarse encerrada en su miedo.
Gleny luego se acercó a mi mientras yo me quedaba retirada pero bien interesada, y me dijo, “Ma, no puedo hacerlo. Ayúdame! No puedo hacerlo!” Yo con mucho amor pero también con firmeza le respondí, “Tu sí lo puedes lograr. No voy a ayudarte. Estás dejando que tu miedo te domine.”
Pensando en una fuente de ayuda aparte de su mamá, una luz brilló en sus ojos mientras decía, “Voy a traer un banco!” La felicité por su pensamiento creativo, y ella rápidamente fue a traer un banco plástico de la cocina para ayudarse a si misma a subir lo que parecía ser imposible. Literalmente temblando, se subió a medias pero su miedo hizo que se bajara de nuevo. Después de tantos intentos, se pudo subir — y en vez de quedarse intimidada — pudo disfrutar de columpiarse en el aire.
Al final de ese día mientras los niños pasaban por los columpios de llanta los escuché decir, “Ugh, Ma subió los columpios para enseñarnos a no tenerle miedo a nada ni a nadie, solamente a Dios…”
Y mi corazón se alegró.